La descortesía como expresión de violencia en la interacción verbal: un llamado de alerta

Por: MSc. Gretys Prada Matos

La interacción verbal se caracteriza por estar integrada por dos o más interlocutores que utilizan canales verbales y no verbales de la comunicación con el fin de compartir ideas, expresar sentimientos, emociones y estados de ánimo. Se orienta hacia un propósito determinado y se produce en condiciones sociales y culturales específicas.

En estas interacciones verbales, las manifestaciones lingüísticas de los hablantes son el reflejo de sus actitudes, comportamientos, motivaciones, cultura, estatus, nivel de intrucción y educación, así como de factores extralingüísticos que inciden positiva o negativamente en la forma en que son estructurados los mensajes de acuerdo a determinada intencionalidad.

Asimismo, en toda interacción verbal, la intención y el estado de ánimo compartido por los hablantes, surge en la medida en que se desarrollan los temas, la relación social y vivencial entre ellos, su conocimiento del mundo y la información compartida en la sociedad.

En este intercambio pueden crearse climas favorables para la comprensión mutua, que van desde el humor, la simpatía, colaboración y el entendimiento, en los que predomina la eficiencia comunicativa.

Sin embargo, las relaciones interpersonales no siempre transcurren de manera amónica. En ocasiones suceden conflictos comunicativos que entorpecen las relaciones interpersonales y afectan la imagen de los individuos en la sociedad.

Estos sucesos de índole sociolingüística y sociopragmática, repercuten negativamente en los diferentes contextos socioculturales donde se producen. Por consiguiente, se crean actos descorteses violentos que atacan la imagen personal, como son los insultos, cuyo resultado es negativo tanto para el hablante como para el destinatario, debido al efecto social en las interacciones cara a cara.

El artículo El idioma de Cervantes en Cuba (2006) expone que el Programa Rector de la Lengua Materna en Cuba explica que otra de las acciones para el cuidado de la expresión oral son las críticas sistemáticas que deben hacerse a la violencia verbal, la vulgaridad, el escándalo y la chabacanería, como política de respeto al idioma.

Muchos autores reconocen la violencia verbal como aquella que se manifiesta a través de gritos, burlas, apodos, los comentarios sarcásticos con la intención de ridiculizar, los desprecios, insultos, amenazas, los actos descorteses con la intención de agredir o humillar.

La descortesía es una manifestación de violencia verbal, permeada de insultos, bromas y ofensas. Tiene como finalidad afectar la imagen social del otro, generando así un impacto a nivel personal y social del individuo debido a las ridiculizaciones y amenazas que involucran los actos descorteses en las dinámicas e interacciones de los estudiantes. (Jaramillo, 2016)

La descortesía verbal, constituye un atentado a la imagen personal de los hablantes en las interacciones comunicativas y un atentado a las máximas de cooperación de Grice (1975), mediante las cuales se espera un determinado comportamiento en los interlocutores:

  1. Máxima de cantidad: Haga su contribución tan informativa como sea necesario (para los objetivos normales de la conversación); no diga más de lo necesario.
  2. Máxima de calidad: No diga lo que crea que es falso; ni aquello para lo cual no tenga evidencia.
  3. Máxima de relación: Sea pertinente
  4. Máxima de manera: Sea claro (evite la ambigüedad, sea breve, sea ordeado)

Este principio de cooperación señala especificaciones de cómo debemos ser corteses, minimizando la descortesía, que transgrede las máximas de tacto, generosidad, aprobación, modestia, unanimidad y simpatía, planteadas por Leech (1983). Un hablante cortés utiliza la máxima de tacto para minimizar costos para el oyente y maximizar sus beneficios, aplica la máxima de generosidad que recomienda maximizar el beneficio del otro y minimizar el propio, genera aprobación maximizando el elogio y minimizando la crítica, emplea la máxima de modestia que supone minimizar el auto-elogio y maximizar el elogio hacia la otra persona. Al mismo tiempo, maximiza el acuerdo y minimiza el desacuerdo que provoca conflictos comunicativos al igual que la antipatía. En su lugar, emplea la simpatía para agradar, expresar atención y deferencia hacia las demás personas.

La descortesía, por el contrario, conduce al rechazo de las relaciones interpersonales y es expresión de una educación y cultura deficientes. Como señala Mills (2003) Apud Bernal (2007), el uso de la directividad y el lenguaje soez, la amenaza, el insulto, la ironía, los apodos, la ridiculización, el señalamiento y las órdenes; junto a otras como no responder al saludo, la exclusión, ignorar al otro, usar palabras tabúes, son elementos de descortesía que originan conflictos en la comunicación.

Estos actos descorteses son violentos porque reflejan la conducta de los hablantes y ocasionan a conflictos a nivel personal, grupal y sociocultural. La descortesía verbal introduce agresividad en las relaciones sociales y conlleva a la manifestación de fuertes emociones negativas tanto para el que produce el acto descortés, como para el que lo recibe. Paralelamente manifiesta una incidencia negativa directa hacia la imagen personal y social.

Entiéndase imagen por las cualidades individuales y abstractas como el honor, el respeto, la estima y el yo (Watts 2003). Es un contructo social integrado por nuestra apariencia física, por nuestra historia, creencias, sentimientos hacia nosotros y por las actitudes de los demás hacia nosotros mismos. Es cómo nos visualizamos y existimos en la sociedad.

Si se analiza la teoría de Goffman (1967), la imagen tiene dos aspectos. La imagen negativa, el deseo de cada uno de no ser invadido en el espacio personal, de no ser agredido y la imagen positiva, que es el deseo de tener aprecio de los demás y de que se cumplan los deseos personales.

Las manifestaciones lingüísticas descorteses son violentas porque neutralizan la imagen de los hablantes en las interacciones comunicativas y acrecientan los problemas interpersonales y sociales.

La investigación de la DrC. Mercedes Causse Cathcart y la Lic. Massiel Fernández (2018), profesoras de La Universidad de Oriente, aborda el tema de las formas de tratamiento violentas en hablantes de un núcleo citadino de Santiago de Cuba. Su estudio plantea la necesidad de que profundice en el tratamiento y solución de patrones negativos que inciden directamente en la sociedad. En esta universidad se han desarrollado numerosas investigaciones lingüísticas sobre la violencia verbal en comunidades santiagueras y orientales, obras literarias, espectáculos deportivos, entre otras.

El estudio de campo realizado por las autoras determina, desde la perspectiva del análisis del discurso, el análisis de la conversación y la sociopragmática, las formas de tratamiento interpretadas como violentas en la comunicación. Entre ellas resalta la utilización de pronombres demostrativos luego del nombre o apelativo, con marcada intención despectiva, por ejemplo: el hombre ese (esa, este, esta) y el empleo de insultos comunes en la muestra de habla estudiada.

A juicio de las autoras, la violencia verbal genera un acto ilocutivo que daña socialmente al interlocutor, como lo es el insulto, la ridiculización, el empequeñecimento a partir del uso de formas de tratamiento ofensivas, o la usurpación de la palabra. Estos actos atentan contra la dignidad de la persona.

El insulto es un acto verbal agresivo e intencional que tiene como propósito afectar la imagen social del otro por medio de palabras o frases hirientes, las cuales limitan la interacción social cortés en términos de armonía, reciprocidad y respeto entre las personas (Castañeda, 2011)

Para Causse Cathcart (2018) Apud Evans (2000), la violencia verbal se caracteriza por:

  1. Atacar la naturaleza y las capacidades de la otra persona, lo que ocasiona que con el paso del tiempo la persona agredida comience a creer que hay algo de malo con ella o sus capacidades.
  2. Ser abierto (mediante insultos o ataques de ira) o encubierto ( a través de comentarios sutiles. El primero suele incluir reproches y acusaciones, en tanto el segundo, es agresión oculta para ejercer control sin que el interlocutor se dé cuenta.
  3. Ser manipulador, pues pueden hacerse comentarios despectivos en forma sincera o interesada.
  4. Aumentar en intensidad, frecuencia y variedad: la violencia inicia con frases despectivas, disfrazadas de chistes.
  5. Expresar doble mensaje, ya que existe incongruencia entre la manera en que se habla y los sentimientos. Por ejemplo: se puede parecer muy honesto y sincero, mientras está diciendo al receptor lo que tiene de malo.

Los actos de habla descorteses limitan la interacción comunicativa y afectan la imagen positiva y social de las personas, con el fin de violentar verbalmente las normas establecidas en los actos comunicativos que rigen una conversación (Martínez 2000). Por tanto, son manifestaciones lingüísticas de violencia verbal en la comunicación.

La broma como ofensa, también es una conducta verbal agresiva e intencional que busca ridiculizar y desacreditar al otro mediante el uso de sobrenombres que resaltan aspectos negativos a nivel educativo, social, familiar y emocional, los cuales crean inseguridad, debilidad y desconfianza en la persona.

Muchos jóvenes emplean bromas referidas a limitaciones físicas o cognitivas de sus compañeros que pueden ser detonadoras de conflictos comunicativos. En estas situaciones se tiene en cuenta la entonación que se usa al dirigir y recibir la broma, así como la intencionalidad y el uso de la gestualidad.

Los apodos también constituyen expresión de descortesía y violencia verbal, pues generan falta de integridad e invasión a la identidad social.

En ocasiones no solo resulta descortés lo que se dice, sino cómo se dice. De ahí que una expresión puede parecer simple e inofensiva desde el punto de vista semántico, pero la fuerza ilocutiva con que se emite refuerza el potencial de conflicto, pues refleja la intencionalidad del hablante con respecto al oyente, donde la intensidad de la voz, la entonación y pronunciación marcan esta diferencia. De este modo simples expresiones lingüísticas pueden generar un efecto perlocutivo en los destinatarios, según la manera en que son usados y pueden considerarse actos comunicativos violentos.

Como se puede observar, la descortesía verbal es expresión de violencia, pues genera efectos negativos no solo hacia la imagen personal de los individuos, sino consecuencias emocionales y repercusión social. Por ello se ha de trabajar en función de establecer políticas educativas de atención a la comunicación, encaminadas al cuidado de las manifestaciones lingüísticas de los hablantes en la sociedad.

El lenguaje está íntimamente ligado al desarrollo del pensamiento y su uso refleja no solo el nivel cognoscitivo alcanzado por los hablantes en la sociedad, sino el nivel de educación y valores. Las manifestaciones lingüísticas de violencia verbal en las interacciones comunicativas son el reflejo de patrones de comportamientos y actitudes inadecuadas en la sociedad. Son el reflejo de la cultura, el nivel de instrucción y educación de las personas, del contexto situacional en que tiene lugar la emisión del mensaje y de la influencia de los contextos socioculturales y grupos sociales con los que interactúan.

Como profesores universitarios debemos estar alertas antes situaciones de este tipo y combatirlas en nuestros contextos educativos, así como en la calle, el barrio y las comunidades.

Cuidemos nuestras palabras y su uso lingüístico, cuidemos nuestra lengua y nuestra identidad social. Seamos conscientes del valor de nuestro patrimonio lingüístico. Evitemos la violencia verbal.

One thought on “La descortesía como expresión de violencia en la interacción verbal: un llamado de alerta

  1. Wilfredo 20 de febrero de 2023 at 12:42 PM

    Reflexión oportuna, para seguir ganando en cultura de convivencia y atendiendo desde la labor educativa.

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